Inhibidores de la bomba de protones: no son protectores, son fármacos.

Butlletí Groc 2016; 29(1)

Fundació Institut Català de Farmacologia. 8 de mayo de 2016

Los inhibidores de la bomba de protones (IBP) son ampliamente prescritos, sobre todo en personas de edad avanzada. Aunque son bien tolerados cuando se utilizan durante semanas, su uso prolongado se ha asociado a efectos adversos graves, como fracturas, hipomagnesemia, infección y colitis por Clostridium difficile, y neumonía, así como a una posible interacción con clopidogrel.1

Los resultados de un estudio reciente sugieren que también pueden aumentar el riesgo de enfermedad renal crónica. En este número revisamos los nuevos datos sobre estos riesgos y su consumo en Cataluña, y proponemos medidas clínicas para usarlos de manera más razonable.

Análisis del consumo de este tipo de fármacos realizados en Catalunya indican que el 57% de la población mayor de 65 años y el 10,1% de los menores de esta edad toma un IBP de manera crónica, lo que sitúa a esta comunidad entre las de un mayor consumo a nivel mundial. Los distintos actores involucrados en la provisión de atención sanitaria deben plantearse como objetivo un uso más racional de este tipo de medicamentos, aconsejados en muchas ocasiones por motivos inespecíficos sin que sean realmente necesarios en la mayoría de los casos.

Antes de prescribirlos es conveniente recomendar modificaciones del estilo de vida (evitar las comidas copiosas y grasas y el consumo de alcohol, sobre todo poco tiempo antes de acostarse, intervenciones posturales y el uso de vestimentas que no supongan presión excesiva en la zona abdominal), y valorar su relación beneficio-riesgo en cada paciente. En los pacientes tratados durante largo tiempo, es recomendable vigilar la función renal y las concentraciones de magnesio, así como considerar un antihistamínico H2 como posible alternativa, especialmente cuando exista riesgo de efectos adversos. Los antihistamínicos H2 pueden ser una alternativa adecuada en pacientes con reflujo gastroesofágico sintomático, úlcera péptica o dispepsia grave, en los que se han demostrado que los efectos beneficiosos superan claramente los riesgos, sobre todo si el tratamiento no dura más que unas semanas. Sin embargo, para el tratamiento de síntomas leves y la prevención de la hemorragia digestiva en pacientes de bajo riesgo, los efectos adversos potenciales pueden tener más repercusión que los efectos beneficiosos.

En pacientes que toman IBP desde hace tiempo por alguna causa lejana o inespecífica es aconsejable reevaluar la necesidad de la continuidad del tratamiento, teniendo en cuenta si se decide la retirada, pueden existir efectos sintomáticos de rebote, por lo que puede ser adecuada una pauta de retirada progresiva.

 

el número completo

http://bit.ly/2emXMe2

 

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