Consumo, adicciones y sobredosis en alza: el problema que no atacamos

En la madrugada del 3 de marzo de 2002, la comunidad de Málaga se convulsionó con la noticia de que 27 jóvenes de entre 15 y 25 años habían sido trasladados de urgencia a distintos centros asistenciales locales tras haber participado de una fiesta electrónica en el polideportivo municipal. Dos de ellos, de 19 y 20 años, murieron pocos minutos después. Antes de detenerse sus corazones habían llegado a 200 pulsaciones por minuto. Todos habían consumido drogas de diseño. Ese mismo año, las autoridades sanitarias del Reino Unido mencionaron al éxtasis en 75 certificados de defunción.

Las drogas de diseño se han incorporado progresivamente a la nocturnidad de un buen número de países, incluyendo el nuestro, en una población poco prevenida que aún sostiene la creencia masificada de que son drogas relativamente inocuas o poco dañinas.

El carácter novedoso de estos productos les permitió gozar de un periodo de expansión lejos de las restricciones legales. Los mecanismos oficiales de control suelen demorar años -y a veces décadas- en reaccionar y adecuarse al dinámico escenario del tráfico de las drogas de diseño, ofreciendo inmejorables condiciones de oportunidad para su expansión.

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